El hombre cree lo que vé


Desde el primer Renacimiento, el Quattrocento, pasando por los períodos del arte moderno al arte contemporáneo, la imagen supo construir un camino de interpretación muy diferente. Lo que la imagen representa se torna hacia su propia representación permitiendo una narración más hacia el sentido (el concepto) que hacia la apariencia (la forma).

En el Clasicismo, la imagen era icono de representación divina; el Renacimiento renuncia a una parte de esa representación para hablar del sentido de la imagen. El Quattrocento da al artista la posibilidad de mostrar simplemente lo que vé, una imagen verdadera sin demasiadas interpretaciones.

La imagen tiene un poder de comunicación y transmisión en el tiempo. El fotógrafo juega con sus distintos significados y sus formas, transformándola o dejándola en su estado simple que pasará más inadvertido. La imagen fotográfica más cercana de mi trabajo resulta en parte de la pintura del Renacimiento.

Como en el Renacimiento, o más exactamente en la Escuela de Fontainebleau que cultivaba el lujo y el maniérismo, mi trabajo se debate entre el abandono de una representación de la realidad y una estética teatral. Mi trabajo se convierte en una clase de puerta que une el real y el imaginario; una puerta que administra el tiempo y el espacio de una manera “acrónica”.

El resultado es el producto de una narración que se pierde entre la ausencia y la presencia de los personajes que se caracterizan a la vez en el espacio por el tiempo y se registran en sus movimientos como una forma de recuerdo.

Esta narración conducida por la imaginación no sigue una historia precisa pero distintos acontecimientos registrados sobre el papel. De esta forma, propongo al espectador un parcurso donde él se sitúa libremente. Su ojo debe buscar a entender los distintos significados de los personajes y los objetos. La composición toma entonces su sentido y se convierte en realidad. El hombre crea entonces lo que vé.

Lo más importante no es el equivocar el espectador con el relato visual sino transcribirlo en señales que tienen un contenido. La mirada se desplaza como una mirada construida; la imagen se reconoce en el tiempo y expresa así su sentimiento verdadero.

Roland Barthes explicaba bien el tema de la imagen verdadera. El punctum es el elemento más importante de la imagen. La imagen crea una ruptura entre lo que vemos y la realidad. Estamos confrontados a un cambio en nuestro interior. En otras palabras, estamos frente un sentimiento.

Para mí, este sentimiento puede definirse como el paso de un espacio bidimensional a una dimensión que se transforma en espacio y en tiempo. El sentimiento constituye mi posición delante lo que veo. En ese momento, intento cruzar la realidad para encontrarme del otro lado de mis imágenes. Quiero confrontar el espectador a la propia imagen. Alicia en país de las maravillas también había intentado cruzar esa superficie plateada y brillante sobre la cual solo veía la niebla. Como en los cuentos de hadas, la historia y el espectador se vuelven inseparables para crear su propia interpretación.

En la historia de la fotografía por ejemplo, palabras clave como representación, imitación o realidad, fueron citadas millares de veces. La fotografía permitió al artista pasar del otro lado de esta superficie bidimensional. La creación de distintos códigos visuales y de palabras tenían un poder referente a la belleza y a estética de la fotografía. Pero a pesar de estos esfuerzos estamos aún hoy ante un descubrimiento diario y no podemos definir las cosas solamente con palabras.

“Si pudiera contarlo con palabras, no me sería necesario cargar con una cámara” dice Susan Sontag sobre Lewis Hine. Para mí, palabras e imágenes son dos constantes inseparables. Sin embargo, en mi trabajo, encuentro la dificultad de poner una palabra a mis imágenes y viceversa. No puedo hacer abstracción del significado de las imágenes o de su certeza visual. Este significado que puede parecer muy intimista es la búsqueda de los códigos utilizados en el arte desde hace mucho tiempo.

Estos códigos bifurcan siempre sobre la misma alternativa: el cuerpo humano. Desde el Renacimiento, los pintores pretendían representar el cuerpo tal como lo veían. Hoy en el arte contemporáneo, pretendemos más bien representar lo que no vemos del cuerpo. El arte quiere dar una visión diferente de todo lo que hay en torno al cuerpo. Por lo tanto es indispensable tomar conciencia de la importancia del cuerpo y su lugar en el espacio. Por eso, yo reivindico la gracia del cuerpo y la necesidad de volver a un arte más concreto en el sentido y la apariencia, sin olvidar una contemporaneidad coherente y un arte menos vinculante por su narración.

El sentido y la apariencia que se vén en mi trabajo deben percibirse como elementos independientes. Mi cámara actúa como un depredador de sombra, permitiendo a la luz de crear siluetas que se inscriben en un tiempo suspendido. En la fotografía como en la vídeo, siento la necesidad de capturar lo invisible y de crear un universo en tiempo suspendido, presentando personajes. Un espacio-tiempo que genera un sentimiento cualquiera.

Este espacio-tiempo es un relato que ocurre por delante, por detrás, antes, durante y después del espectador. Velázquez, por ejemplo, consiguió exprimir bien sobre su tela esta realidad. Su obra se inscribía adentro y afuera. Las Méninas fue un ejemplo clave de esa nueva mirada innovadora. El artista se atrevía a tomar el lugar central de la obra y llevar el espectador a la narración. Hasta se atrevía a tomar el lugar del rey, como lo sospechamos de Da Vinci. Él habría hecho una copia del sudario de Cristo con su propia cara. Esto es sólo una prueba que el artista siempre ha estado en la busquedad de una imagen que lleve a la vez un sentido y una apariencia a los ojos del espectador.

Hoy mi respuesta a la realidad actual se basa en un ideal de belleza estetisante: lugares de ensueño y depronto un mundo artificial y formateado en el cual estamos. La creación de este universo es para mí la preocupación la más representativa de los artistas de mi época. Solo puedo hablar en mi lugar, pero tengo el sentimiento de un retorno al sentido verdadero de la imagen en el arte.

Klaus Fruchtnis © 2003