EL ESPECTADOR
Bogotá - Colombia Lunes 28 de junio de 2004

El negocio pinta bien
Juan Fernández

Fue una sorpresa para Gloria Saldarriaga, socia de la galería Alcuadrado, fundada hace un año y medio en Bogotá. En febrero, su galería participó en ARCO, la feria internacional que todos los años reúne en Madrid las galerías de arte contemporáneo más importantes del mundo. Dibujos, una obra del colombiano Miguel Ángel Rojas, fue adquirida por una colección institucional suiza. Vinieron felicitaciones y aplausos, y aunque su precio no fue un récord para el público de ARCO, Alcuadrado y su propuesta se convirtieron en una de las estrellas de la noche.

Con Alcuadrado, Saldarriaga está explorando la oportunidad comercial que esperaba desde hace rato: la explotación del arte contemporáneo, el arte no convencional que responde a problemáticas actuales y que les da cabida a nuevas formas de expresión como el video, la fotografía y las instalaciones. “Aunque es un proyecto ambicioso y a largo plazo, queremos hacer del arte colombiano un buen negocio y de la galería, una actividad comercial rentable”, dice Saldarriaga.

Y el momento es propicio. El arte contemporáneo colombiano está en un proceso muy interesante de maduración y ya hay un grupo de artistas que, pese a ser reducido, se está consagrando en el ámbito internacional. Se destacan, entre otros, Doris Salcedo, José Alejandro Restrepo, Lucas Ospina, Óscar Muñoz, Miguel Ángel Rojas y Juan Fernando Herrán; estos tres últimos, representados por la galería de Saldarriaga. “El problema es que su trabajo es más reconocido afuera que dentro de Colombia”, afirma María Alejandra Neira, de Alcuadrado.

Con obras que arrancan en los US$3.000 y pueden bordear los US$60.000, los colombianos se están abriendo paso en un mercado del que son protagonistas artistas como el mexicano Gabriel Orozco, el argentino Guillermo Kuitca y los brasileños Vik Muniz, Ernesto Neto y Adriana Varejão. Todos, incluidos los locales, están entre los 37 y 52 años. Pero nunca es tarde para disfrutar de la fortuna. Que lo diga Kuitca, de quien Christie's vendió su cuadro Siete últimas canciones por US$233.500, lo que, de paso, le significó el lugar número uno en el ranking de los artistas jóvenes latinoamericanos más caros de 1999 de esa casa de subastas.

Es un hecho. Para los artistas ya no es pecado haber nacido en Caracas, Sao Paulo o Bogotá; las obras de la nueva generación de artistas contemporáneos latinoamericanos forman parte de importantes colecciones privadas y de instituciones internacionales. “Los artistas latinoamericanos son sumamente interesantes y se diferencian del resto porque reproducen de manera especial la realidad de sus países y eso llama la atención”, señala Kirsten Hammer, vicepresidenta y directora del Departamento de Arte Latinoamericano de la casa de subastas Sotheby's, en Nueva York, quien revela que en la última subasta de arte latinoamericano de la firma, realizada en mayo, se alcanzó una recaudación 25% mayor que la anterior.

Beatriz Palacios, directora asociada de Latincollector Art Center, también en Nueva York, concuerda con Hammer y expresa: “El buen arte latinoamericano se caracteriza por presentar nuevas propuestas al explorar diferentes medios y por estar conectado con las realidades políticas, culturales y sociales de la región”.

Los mexicanos, brasileños y argentinos ya lograron ese reconocimiento y todo indica que el turno ahora es para los colombianos. “El boom del arte contemporáneo latinoamericano se hizo más fuerte en Cuba en la década de 1980. Después llegó a Brasil, pasó a México y todo apunta a que el próximo destino será Colombia. Lo dicen los mismos curadores”, señala Jairo Valenzuela, de la galería bogotana Valenzuela y Klenner, pionera en el negocio del arte contemporáneo colombiano. “Sin embargo, antes tienen que ocurrir varios cambios de carácter institucional, de espacios, de artistas y de los mismos galeristas”.

Conquistando mercados

Sin las transformaciones a las que se refiere Valenzuela, será difícil hacer del arte contemporáneo colombiano un sector importante en materia de exportaciones. “Hemos hecho varios intentos para hacer de este negocio una industria. En 1991, organizamos la Primera Feria de Arte Latinoamericano en Bogotá, pero al poco tiempo se desintegró”, explica Valenzuela.

“También hicimos gestiones con Proexport, pensando en encontrar apoyo para competir con países como México y Brasil, pero en el organismo no estaba, ni está, lo suficientemente dispuesto”.

El mensaje también es para los artistas, quienes, en la medida que empiezan a incursionar en el mundo del arte internacional, deben ir entendiendo y aprendiendo la lógica comercial, que es básicamente la misma en todas partes. “Algo que tienen que entender los artistas es que a mayor cantidad de obras vendidas estarán en una mejor posición para negociar precios y exposiciones”, dice Palacios, de Latincollector Art Center.

Pero con lamentos la oportunidad de tejer un gran negocio se puede esfumar en un abrir y cerrar de ojos. Valenzuela, de la galería Valenzuela y Klenner, duda que un momento como por el que está atravesando el arte contemporáneo local se vuelva a presentar. “No lo podemos dejar pasar”, afirma. “Desde hace unos cinco años hay un público receptor y en los ejecutivos jóvenes empieza a surgir un interés por adquirir obras que van más allá de la pintura. Se están arriesgando. Eso es lo interesante de un coleccionista”.

Para Saldarriaga, de Alcuadrado, el arte contemporáneo colombiano sí se puede convertir en un sector fortísimo en materia de exportaciones. “Aunque aún es incipiente y reducido, llegar a crear una industria de arte contemporáneo de exportación es viable”, afirma. “Creemos que al arte contemporáneo colombiano es muy internacional y empieza a ser apetecido. De hecho, en los últimos ocho meses hemos colocado tres obras fuera del país”.

Pero en las grandes capitales las cosas son a otro precio. “El arte contemporáneo latinoamericano es exportable porque cumple los estándares internacionales de los grandes mercados. Se podría pensar que en un futuro sea una ‘industria exportable’ pero no todavía porque apenas se está posicionando”, expresa Palacios, de Latincollector Art Center. “En Colombia, específicamente, hay artistas que están produciendo arte de calidad, pero no existe el suficiente número para que se cree una línea de exportación”.

Marina Kessler, dueña de Marina Kessler Gallery, de Miami, y del sitio Latinarte.com, que cuenta con curadores en Buenos Aires, Sao Paulo y Miami y vende arte latinoamericano por internet, tiene sus reservas con el término “industria de exportación”. “El término implica cierta organización y estrategia. Creo que el único país que tiene algo así es Brasil, con BrasilConnects, que es una iniciativa concertada que exporta arte brasileño”, dice Kessler. “Colombia tiene grandes maestros, artistas cuyas obras han alcanzado valores económicos sustantivos, pero no sé si puede considerarse ‘industria de exportación’, pues no sé cuánto de la riqueza generada con sus obras vuelve, de hecho, a Colombia”.

Marina Kessler Gallery representa a tres jóvenes artistas colombianos: Klaus Fruchtnis, un fotógrafo que vive en París; Ramiro Ramírez, productor de pinturas, dibujos e instalaciones que vive en Madrid, y Eduardo Consuegra, otro fotógrafo que vive en Nueva York. ¿Acaso fuga de talentos? “Es algo que pasa mucho en el mundo del arte, donde los artistas necesitan hacer experiencias afuera, en las grandes capitales culturales del mundo. Lo especial es cuando mantienen un lazo muy cercano con su país, con su ciudad, con su vínculo original”.

Ojos de galerista

Son los galeristas, sin duda, los responsables de que el negocio del arte tenga un potencial internacional. El secreto está en buscar nuevas formas para exponer y comercializar las obras. Kessler ha aprendido la lección y con su sitio de internet concreta negocios constantemente. “Tenemos más de 500 artistas online y vendemos un promedio de 20 obras al mes”, asegura.

Su estrategia se centra en vender arte contemporáneo y en ese proceso ha podido representar a 18 artistas que, aunque jóvenes, tienen talento. “La clave es que sus obras se vendan a precios cómodos al principio; así, con su desarrollo, todos ganan: el coleccionista, el artista y el galerista”.

Aunque las estrategias de cada galerista y su mercado varía de manera notable, siempre tienen que estar en la pomada, de lo contrario, la idea de internacionalizar el arte local se quedará en buenas intenciones. “El éxito está muy ligado a la actividad de los galeristas y al lugar dónde se encuentren”, dice Hammer, de Sotheby's. “Tienen que estar en las bienales, ferias y exposiciones más importantes”.

Para los galeristas es costoso, pero es la única manera. La participación en eventos y ferias internacionales permitiría hacer conocer a los galeristas como a los artistas que representan. “Es caro pero efectivo”, dice Palacios, de Latincollector Art Center.

Afortunadamente, los galeristas así lo entienden. Gran parte de los movimientos del mercado del arte se realizan en el mercado primario, en las galerías y las ferias. Valenzuela, de Valenzuela y Klenner, es veterano en el tema y parte de su éxito se lo debe a la participación en ferias. Inició su cruzada internacional en 1993 con un intercambio de artistas con la galería brasileña Camargo Vilaça, una de las más importantes de América Latina. En 1994, fue invitado a Art Basel, la reconocida feria de arte contemporáneo de Basilea, en Suiza, que desde hace dos años realiza ediciones en Miami. ARCO, en Madrid, también lo ha recibido.

“Cuando un coleccionista compra una obra mira dónde ha estado el artista y quién lo ha invitado. Una de las formas más objetivas de valorar una obra es por su currículum”, explica Valenzuela.

Mientras tanto, Saldarriaga, de Alcuadrado, afina su ojo crítico y prepara los portafolios y las obras de sus artistas para aterrizar en la próxima feria de arte contemporáneo, donde espera ser, una vez más, la estrella de la noche.

Negocio redondo

Invertir en arte es uno de los negocios más rentables de los últimos meses. Con bolsas de valores cada vez más impredecibles, no es nada atrevido seguir el camino del arte. The Wall Street Journal, basado en un estudio de la Universidad de Nueva York, dice que el mercado de arte ha tenido un retorno del 13% anual en los últimos 48 años. No ha habido en esos años acciones o bonos de deuda que hayan ofrecido una rentabilidad tan constante.

ARCO, la feria internacional de arte contemporáneo que se realiza en Madrid, señala, con base en datos de la francesa Artprice, que, desde mayo de 1996, el mercado del arte ha ofrecido unos beneficios del 6,82%, lo que confirma que, a pesar del actual clima de incertidumbre económica, el mercado del arte sigue siendo un refugio seguro. “Esto es especialmente constatable en el arte contemporáneo que, dentro de este mercado, es el segmento más floreciente y dinámico”, precisa ARCO.

Según Álvaro Durán, director de Subastas Fernando Durán, de España, “en el arte contemporáneo existe una ventaja importante, y es que, en los últimos años, ha habido un incremento enorme en cuanto a ventas y cotizaciones, porque tiene un coleccionismo muy entusiasta. El coleccionista de arte contemporáneo es una persona que valora su propia época, el momento que está viviendo, los íconos de su propio siglo y suele ser especialmente compulsivo: compra mucho y, cuando una pieza es buena, paga las cifras que hagan falta”.

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